sábado, 9 de julho de 2016

LA DINÁMICA DE LA VIDA SOCIAL: EL MOVIMIENTO ENTRE LA NORMOSIS DE LO INSTITUÍDO Y LA INCESANTE BÚSQUEDA DE (AUTO)RENOVACIÓN…

Es bien sabido que, en sus distintas manifestaciones, la vida es fundamentalmente relación, movimiento. Tambén es así en la vida social. Quien se da al trabajo incesante de acompañar y tratar de discernir la compleja trama de la vida social (en sus distintas y entrelazadas esferas y ámbitos), se va dando cuenta, por lo menos, de parte de sus desafíos más complicados. La vida social está tejida, como se sabe, por un enmarañado de relaciones y elementos estructurales y coyunturales de difícil aprehensión, aún para los más aguzados en este arte.
En un primer momento, tenemos la impresión de que estamos dando cuenta razonablemente del trato con sus desafíos. Los hechos, acontecimientos y situaciones se van perfilando delante de nuestros ojos, y, a veces, tenemos la impresión de que estamos comprendiendo satisfactoriamente el vaivén de su entramado. Y, en cierto sentido, lo estamos haciendo. En parte, también, tenemos condiciones de alcanzar las raíces de estos acontecimientos. El problema empieza a surgir cuando, pretensiosos, estimamos haber ido suficientemente lejos en el destejer de tales acontecimientos. Cuando esto ocurre, la tendencia es la de descuidar el esfuerzo cotidiano por acompañar más detenidamente esa misma realidad, y, acomodados con lo ya sabido, pretendemos “dominarla”, sucumbiendo así a la seducción de lo instituído…
Procesos de normosis (colectiva e individual) pueden medrar, a partir de ahí, con más facilidad, llevándonos a apelar a diferentes estrategias y tácticas, que nos parecen atrayentes “atajos”:
– en el cotidiano de la vida política, ya que tengo la orientación segura do “mi” partido, de “mis” representantes”, ya no voy a necesitar estar considerando otras miradas, o u acompañando tan de cerca las cosas: es solo verificar lo que piensan y como me orientan “mis” representantes, emepzando por los de “mi” tendencia partidaria…
En ellos confio sin restricción…;
– como soy sindicalista, me basta escuchar lo que me dicen los directores y directoras, en los cuales voté;
– basta que acompañe y siga, sin hesitar, las orientaciones de “mi” movimiento social, o más precisamente, de mis dirigentes, de la coordinación;
– he participado de las discusiones académicas, y he notado un grand consenso en los abordajes de temas candentes, casi no hay divergencia de fondo…
– siento gran armonía en el trato con “mi” iglesia: en ella no hay discordancia entre padres, pastores y asamblea…
A partir de escenarios como estos, la perspectiva de cambio no solamente resulta más lenta, sino también bloqueada y, a veces, también inviabilizada. Se renuncia al ejercicio del protagonismo, de la creatividad, de la curiosidad epistemológica (colectivos e individuales), atribuyéndose a otros la tarea de hacer acontecer la ciudadanía en lo cotidiano.
En este caso, aún que hayamos tenido iniciación promisora con relación a algunos principios axiales de la condición humana (el de la conciencia de inacabamiento, el de la relatividad, el de la relacionalidad como condición irrenunciable de humanización, el de la relación naturaleza-cultura, el del protagonismo de todos en la construcción de la vida social, el de la igualdad social, el de la diferenciación complementaria, el del proceso formativo integral y permanente, etc., etc.), al acomodarnos a los “atajos” de lo instituído, terminamos por sucumbir a la lógica de la normosis: pasamos a vivir por el pensamiento y por la determinación de los demás, renunciamos a nuestra autonomía (personal y colectiva).
Muchas implicaciones concretas derivan a partir de aquí. En forma de cuestionamientos, enfaticemos algunas de ellas:
– Eligiendo el caminho de la normosis (personal y colectiva), acomodándonos a la rutina institucional (de la cual ni los movimientos sociales escapan), ¿como vamos a asumir efectivamente el compromiso de forjar condiciones concretas de construcción de un nuevo mundo, de una nueva sociedad, alternativa a la barbarie de este “sistema totalitario mercantil”?
– Entregándonos incondicionalmente a las determinacioness de “mi” partido y de “mis” representantes, ¿qué posturas ético-políticas podemos esperar de ellos y de nosotros mismos, a no ser el conformismo y la invención de falsas justificativas con relación a la incesante sucesión de desatinos y de escándalos cometidos con base en el “extra ecclesiam nulla salus” (fuera de mi partido, de mi tendencia, de mi movimiento, de mi iglesia, de mi sindicato, de mi universo académico, no hay salvación)?
– Inconcientemente o no, alimentando una dependencia incondicional de las orientaciones de “mi” sindicato, ¿como podré percibir sus desvíos, sus incoherencias entre las declaraciones a favor de la clase trabajadora, por un lado, y, por otro, las prácticas corporativistas que apenas atienden a los intereses de una parcela de la categoria, cuando no los de los mismos directores (en gran parte, perpetuados desde hace 10, 20, 30 años)?
– Sabiendo, desde hace tiempo, que ningún movimiento social popular digno de este nombre se mantiene fiel a sus objetivos de transformación social, ¿como vamos a mantenernos así, si cada vez más renunciamos a nuestro propio protagonismo, a cambio de puestos y ventajas oferecidos por los “de arriba”, y aceptados por nosotros?
¿Qué autonomía vamos a tener frente al poder hegemónico? ¿Nuestro proceso formativo nos ha llevado a una renovación interna, inclusive de nuestros cuadros dirigentes que, mediante el revolucionario mecanismo de alternancia de cargos y funciones, deberían volver a la base, mientras que los/as de la base deberían asumir alternadamente cargos y funciones de coordinación? ¿Nuestro proclamado discurso de luchar por una nueva sociedad tendrá el respaldo convincente de nuestras actitudes?
– ¿Cual ha sido la tendencia dominante en nuestras universidades estatales, con relación a nuestro compromiso efectivo con lo PÚBLICO? ¿Hasta qué punto, salvo honrosas excepciones, no estamos también contribuyendo, al contrario, con la privatización de los espacios universitarios, mediante uma vasta gama de procedimientos y de ingeniosas artimañas?
– En el caso de las iglesias cristianas, salvo benditas excepciones de las “corrientes subterráneas”, ¿qué rumbo hemos venido tomando: el de la asimilación de los valores de la globalización capitalista o, al contrario, la tradición del Seguimiento de Jesús de Nazareth?
Es claro que nuestro caminar existencial, en cualquier espacio social, no ocurre de manera rectilínea. Todo está siempre mezclado. No nos mueve la búsqueda de un supuesto “estado puro”. No forma parte de la condición humana. No nos asustan, entonces, nuestras ambiguedades. Esto es una cosa. Otra bien distinta, es la transformación de esta condición de inacabamiento en un punto dado listo y terminado, en razón de lo cual no necesitaríamos mover un dedo EN BUSCA de la superación de nuestro inacabamiento. Lo que correspondería a una cultura de la ambiguedad, asumiendo nuestros límites sin cualquier compromiso de intentar ir superándolos…
Traducción: Rolando Lazate

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