En una rápida mirada a los títulos y textos disponibilizados, sea en las páginas de la mídia comercial, sea en las más diversas páginas de la internet, constatamos un amplísimo laberinto temático. No solamente en función de las diferentes esferas fundamentales de la realidad social (las clásicas áreas económica, política y cultural), sino también, en cada una de estas esferas, una igualmente vasta diversidad de asuntos, de abordajes, de perspectivas…
Frente a este enmarañado, a veces tenemos la tendencia de fijarnos solamente en uno de ellos, com el pretexto de que “es esto lo que me interesa”. Cuando mucho, accedemos a uno o a otro más, ¡y listo! Los demais quedan de lado, subestimados, o aún ignorados, mientras nos quedamos con la ilusión de que, empeñándonos SOLAMENTE en uno de ellos, cumplimos satisfactoriamente nuestra tarea… ¡Puro equívoco!
Estaríamos con la verdad, si el punto singular al cual nos apegamos encerrara en sí mismo lo fundamental de la realidad. No es bien así. La realidad se procesa antes como en una película, no tanto como en una fotografia. La realidad se mueve, cambia, se interconecta. Y, si queremos aproximarnos a ella, importa acompañarla en su movimiento, en su devenir. Sus hilos, de hecho, se encuentran estrechamente interconectados, como en un tejido. De tal manera que aún el punto singular que hayamos elegido como “nuestro foco”, como el terreno único (o casi único) del cual nos ocupamos, se encuentra necesariamente permeado por hilos de otras esferas, inclusive de otras latitudes y longitudes, sin olvidar la dinámica del tiempo… Y, si insistimos en manternos, digamos, “exclusivistas” (esto vale con relación a elecciones temáticas tales como género, etnia, espacialidad, ecología, clase, generación, religiosidad, etc.), vamos a lamentar las consecuencias. Una de ellas consiste en la pérdida de percepción de elementos oriundos de otras áreas, que componen la configuración misma del punto que elegimos como siendo el de nuestro interés exclusivo. Por una simple razón: siendo una y estando la realidad en constante movimiento, ella no soporta recortes estancos. De esto dan testimonio inclusive los clásicos y , antes de ellos, los saberes acumulados por la humanidad, durante milenios.
Aqui, voy a tomar brevemente en consideración solamente un ejemplo, en el campo cultural, o más precisamente, en el terreno de las relacones entre sociedad e iglesias cristianas.
Se vienen multiplicando – y desde hace ya certo tiempo – las señales de insatisfacción de muchos creyentes con relación a sus respectivas iglesias. De manera semejante a lo que ocurre en la esfera de los poderes civiles, no aprecian la rigidez de las estructuras eclesiásticas, atribuyéndola a la forma de su organización – piramidal, patriarcal, ultracentralizada, y, no pocas veces, eurocéntrica, gerontocrática, misógina, homofóbica. De hecho, ¿quién en ellas toma (e impone) las decisiones? ¿Cuál es, en la gran mayoría de ellas, el lugar de las mujeres, de l os jóvenes? ¿De dónde (¿del Tercer Mundo?) y de quién parten las decisiones, en varias de las iglesias cristianas? ¿En ellas tienen voz y voto los/las creyentes con orientación sexual diversa de las personas hetero-sexuales? ¿Como son tratadas las personas separadas y vueltas a casar? Si en todas ellas se afirma que el Evangelio constituye la referencia más grande, ¿qué decir de tantos de sus aspectos constitutivos, tales como sus estructuras organizativas (piramidales), su hiper-jerarquización reflejada en su organización ministerial, en sus liturgias, en su disciplina (¿la ley del celibato es evangélica?), sus doctrinas…
No parece una buena estrategia que se siga insistiendo en mantener estructuras perimidas y como mínimo, en dudosa sintonía con el Evangelio. Cuando esto ocurre, entonces, se van multiplicando – ¡como ocurre en la actualidad! – las señales de resistencia.
En el caso específico de la Iglesia Católica Romana, basta recordar la creciente sucesión de voces – varias de ellas inclusive de la propia jerarquia! – que manifiestan su discordancia. Solamente para focalizar algunas de las más recientes: el manifiesto de más de 300 padres y teólogos de Austria y países vecinos exigiendo reformas en la Iglesia; las protestas de decenas de grupos de mujeres católicas de varios países clamando igualmente por el cambio en la estructura organizacional de la Iglesia Católica, inclusive abriendo espacio para el acceso de todos y todas con vocación a cualquiera de los ministerios; el manifiesto de más de 160 líderes religiosos en Illinois (Estados Unidos) clamando por el accesso al casamiento también de personas del mismo sexo; iniciativas semejantes también en los Países Bajos y en Francia.
Lo que parece ya haber pasado de la hora es la urgente apertura, por parte de la alta jerarquía, para el diálogo sobre estas cuestiones. En vez de abrirse la discusión entre los católicos y católicas sobre tales cuestiones, en busca de sondar el “sensus fidelium”, se ha optado, al contrario , por el endurecimiento de posiciones y hasta de sanciones, como ocurrió recientemente con el Pe. Roy Bourgeois, de la Comunidad Maryknoll, castigado con la más grave sanción – ¡la excomunión! Pero, ¿hasta cuando irá esta situación? Y aqui es que me pregunto, también, si no se trata, en verdad, de aquel momento crucial entre lo nuevo que irrumpe y lo viejo que agoniza…
João Pessoa, 31 de diciembre de 2012
(Traducción: Rolando Lazarte)
Nenhum comentário:
Postar um comentário